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Cultura tradicional, presente y futuro.
Joaquín Díaz
La llamada cultura tradicional —es decir, aquellos conocimientos que han llegado hasta nosotros y que sirven en buena medida para identificarnos frente a otros grupos— ha evolucionado en los últimos 20 años más de lol lo hizo en los 20 siglos anteriores: el ámbito en el que mejor se desarrollaba (el rural) ha abierto sus puertas al exterior —para bien y para mal, para dentro y para afuera—, los medios de comunicación (culturales y noticiosos) han revolucionado sus sistemas y han centuplicado su velocidad de trasmisión y, finalmente, el uso que la sociedad daba a esa serie de conocimientos ha experimentado un giro espectacular. El propio individuo ha dejado de integrar dicha cultura en su vida y se muestra poco propicio a participar, tanto en su gestación como en su desarrollo, carencia que procura suplir con una curiosidad mayor hacia su pasado, una defensa más convencida de su patrimonio y una integración de todos esos temas culturales en los sistemas educativos básicos. Aún falta, sin embargo, una coordinación entre los distintos sectores de la Administración que deben velar por ese legado, para que se evite la incoherencia de primarlo desde unos (Cultura y Fomento protegen la artesanía y las expresiones orales), mientras se le ataca y castiga desde otros (Hacienda considera a los artesanos como empresarios). Se podría decir, pues, que al margen del deterioro y consiguiente desgaste que lleva implícita la propia naturaleza evolutiva de la sabiduría popular, cabría hablar de un cambio sustancial en sus formas de trasmisión y una transformación notable en sus contenidos, que tienden a valorar más lo espectacular que lo participativo. Aunque todavía es pronto para analizar ese cambio, se podrían atisbar aspectos positivos que palian los negativos y crean una fundada esperanza para salir de la crisis de valores y de identidad en que la sociedad española entró hace medio siglo. Articulo publicado en el nº 3 de Tierra Sur. Otoño de 1998 |
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